miércoles, 13 de junio de 2012

Fraseología religiosa

Columna publicada en Valores Religiosos (http://www.valoresreligiosos.com.ar/) en el mes de junio

Todas las lenguas poseen expresiones fijas, “fosilizadas”, compuestas por dos o más palabras, cuyo significado no es nunca el literal sino otro que el uso y la tradición han impuesto; por ejemplo “sacar los trapitos al sol” alude a hacer públicos los problemas o la conducta dudosa de alguien y no a exponer las prendas viejas o los repasadores a los rayos del sol.

La tradición castellana es riquísima en este tipo de frases conocidas como locuciones; las hay que aluden al dinero, al campo, al turf, a la viveza criolla, al sexo, al alimento y, por supuesto, a la religión. La mayoría de las expresiones reflejan una cosmovisión católica apostólica romana puesto que el pueblo español, cuna de nuestro idioma, e Hispanoamérica son mayoritariamente católicos. ¿Ponemos ejemplos concretos de uso cotidiano? A continuación van solo algunos:

“Andar con el Jesús en la boca”: Andar sobresaltado, muy preocupado por algo que puede ocurrir. Recuerda a las mujeres que se persignaban y exclamaban ¡Jesús! ante cada sobresalto a modo de conjuro.

“¡A llorar a la Iglesia!”: Expresión con que se envía a alguien a quejarse a otro lado o con otra persona. Puesto que en la iglesia desahoga el hombre sus penas y busca consuelo.

“Cuando Dios andaba en el mundo”: Alude a épocas pasadas que han sido mejores o que se ven como tal. Como todos recordamos, antes del pecado de Adán y Eva, Dios andaba por el mundo, el Paraíso terrenal, y se paseaba entre sus árboles y frutos; era, sin duda, un tiempo idílico.

“Quedar para vestir santos”: Quedarse, una mujer, soltera, sin marido. Sin duda, esto alude a la realidad de otros siglos, donde la mujer tenía dos destinos: el matrimonio o el convento. Quien no entraba a monja ni conseguía esposo quedaba, entonces, para ayudar en las tareas de la Iglesia, entre ellas, la de vestir las imágenes de los santos que eran mayormente de madera y llevaban distintos vestidos y trajes según la ocasión y las festividades.

“Ser un echehomo”: Estar maltrecho, muy herido, lleno de moretones o cubierto de llagas. Esta expresión es de algunas décadas atrás y ha caído en desuso; sin embargo, es interesante saber que viene directamente del latín “ecce homo”, que traducido al español es “he aquí el hombre” en alusión a las palabras pronunciadas por el procurador Poncio Pilatos cuando presenta a Jesús, atado, flagelado y coronado de espinas, ante la multitud enardecida.

“Ser un pan de Dios”: Se dice de la persona muy buena, generosa y carente de malicia. Tan carente de malicia que estar con él es como alimentarse del mismísimo Dios.

Pero no todo es mero cristianismo… También hallamos esta frase que es del dominio de todos:

“Mostrar la hilacha”: Dejar alguien entrever, involuntariamente, algún aspecto negativo de su propia persona. Las mencionadas “hilachas” aluden a los flecos del “talit”, el manto tradicional de oración de los judíos quienes, tras su expulsión formal de España, debían ocultar su origen y esconder sus tradiciones pues corrían el riesgo de ser encarcelados y ejecutados. Algunos, sin embargo, olvidaban cubrir los flecos que, al sobresalir, delataban su origen considerado negativo o indeseable por los cristianos.

¿Se les ocurren más locuciones? Porque en la próxima entrega hablaremos de “la mano de Dios” que, siento decepcionarlos, no tiene su origen en el glorioso gol que Diego hizo a los ingleses.

martes, 12 de junio de 2012

El velo en el Islam


(Columna publicada en http://www.valoresreligiosos.com.ar/ en el mes de mayo)

¿Qué es el “velo”? Es la traducción de la palabra árabe hiyab -literalmente “cortina”-, aunque un hiyab no es exactamente un "velo" o un pañuelo, sino que define toda una forma de vestir. En concreto, el hiyab implica no sólo cubrir la cabeza, sino vestir "castamente" y, desde luego, con gracia y belleza.

Para hablar con mayor precisión: el hiyab es el pañuelo que cubre el cabello y el cuello, pero deja ver el rostro. En el Golfo pérsico tenemos la shayla, pañuelo largo y rectangular que se coloca como un velo alrededor de la cabeza. El chador, usado por la mujer iraní, cubre todo el cuerpo y suele completarse con un pañuelo que cubre la cabeza; suele ser negro, azul oscuro o verde oliva.

Existen otras prendas como el niqab –compuesto por una suerte de tocado y una túnica o abeya siempre negros- que cubre hasta la rodilla y solo dejan ver la franja de los ojos. La burka, de origen afgano, oculta el cuerpo por completo, incluidas las manos, y posee una rejilla de tela en los ojos que permite ver, pero no ser vista. Estas dos últimas prendas no se originan en el islam, sino en las tradiciones y costumbres tribales de ciertos pueblos.

Una mujer con velo comunica una forma de vida. De ahí que para un hombre pasa a ser sagrada y merecedora de todos los respetos. Cualquier atropello, maltrato o desatención por parte de los hombres constituye un haram, es decir, una falta grave, algo prohibido. Porque toda mujer con velo presupone un constructo de valores que van más allá del islam o de la ortodoxia.

El hiyab no es una institución humana; viene de Dios. Y no sólo implica cubrir la cabeza -cosa que puede hacerse con toda la gracia del mundo-; implica no usar ropa ajustada en público ni exhibir los brazos ni exhibir las piernas. Es lo más alejado que existe de la “mujer objeto” occidental. Es bueno también recordar dos cosas: que el islam insiste en la convicción interna y en la pureza del corazón antes de hablar de cubrirse externamente; que la orden de vestir con modestia alcanza a varones y mujeres por igual.

Muchos expertos aseguran que no existe en el sagrado Corán ninguna prescripción expresa acerca del uso del velo. La tradición cuenta que fue un sabio consejo de Alá – según la sura 33, aleya 59: "¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es mejor para que se las distinga [por ello] y no sean molestadas [...]".- ya que el profeta Muhammad (P y B) recibía en su casa la consulta de numerosos hombres, muchos de ellos safios y de educación escasa, que no tenían empacho en propasarse con las mujeres de la casa del Profeta. La castidad en el vestir –también presente en el judaísmo y el cristianismo- habría sido una manera de mantener a raya a estos individuos.

Acabemos con un mito: si bien siempre existe un número de mujeres obligadas por su familia o sus relaciones sociales a usar el velo, la gran mayoría de las mujeres veladas elige llevarlo libremente ya sea por motivos religiosos o como signo de identidad. En un mundo plagado de discriminación a causa de malformaciones físicas, en donde la bulimia, la anorexia y demás trastornos alimentarios han crecido al nivel de epidemia, donde una mujer se desnuda para vender un auto, ganar un concurso y, aun peor, donde alguien paga para que lo haga, ¿cuál es la mujer que necesita ser liberada?

jueves, 7 de junio de 2012

Diálogos ecuménico e interreligioso: para restablecer la semejanza jugando con las diferencias


(Columna publicada en http://www.valoresreligiosos.com.ar/ en el mes de abril)


Son muchas las personas que, con las mejores intenciones y un completo entusiasmo, comentan cosas como estas «¡Cuantos logros ecuménicos! Por suerte hoy judíos y cristianos están más cerca» o «Los anglicanos y los católicos se llevan muy bien gracias al diálogo interreligioso» o «Yo fui a una misa ecuménica y me sentí muy cómodo». La prensa, muchas veces, escribe frases similares, para reflejar una realidad que crece: la del diálogo interreligioso y el diálogo ecuménico.

Esta gente es bienintencionada y comprende que el camino del diálogo fraterno complace profundamente a Dios. Compartir vivencias con gente así es un remanso para el alma. Pero… ¡ecumenismo y diálogo interreligioso no son sinónimos! Y los adjetivos que de ahí se derivan, ecuménico e interreligioso no son equivalentes. Dado que nuestro país es uno de los que va a la cabeza en esta materia, aclaremos estas diferencias.

La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) en la Argentina, que trabaja en colaboración estrecha con la Academia Argentina de Letras, recuerda que ecuménico e interreligioso no son sinónimos, sino que ecuménico hace referencia al ecumenismo, que es el movimiento que busca la unidad entre los cristianos, mientras que interreligioso se aplica a las relaciones de los cristianos para con otras religiones en pos del bien común y la paz, por ejemplo, el judaísmo, el islam, el hinduismo, etcétera.

Respecto de la misa ecuménica, la fundación señala que no es posible celebrar una misa en común entre los cristianos porque, aunque las iglesias y comunidades eclesiales comparten el mismo bautismo, no comparten la eucaristía. Tampoco podría hablarse de misa interreligiosa ya que respecto de las demás religiones y cultos se tiene, incluso, una fe distinta. En dichos casos tendremos que buscar la expresión correcta según el contexto, por ejemplo, encuentro, oración o jornada ecuménica o interreligiosa según sea el caso.

¿Cómo reformularíamos entonces el primer párrafo? «¡Cuantos logros interreligiosos! Por suerte hoy judíos y cristianos están más cerca» o «Los anglicanos y los católicos se llevan muy bien gracias al diálogo ecuménico» o «Yo fui a un encuentro ecuménico y me sentí muy cómodo».

Por su fuerte sentido interreligioso, quisiera compartir con ustedes una cita, un fragmento extraído del testamento espiritual dejado por Christian de Chergé, uno de los mártires de Argelia, publicado póstumamente y escrito durante los años de miedo, tribulación y profunda fe por los que tuvieron que pasar este hombre y otros seis monjes como él: «Si Dios así lo quiere, podré sumergir mi mira¬da en la del Padre (…) cuyo gozo secreto siempre será establecer la comunión y resta¬blecer la semejanza, jugando con las diferencias».

Hacia la Pascua desde una perspectiva léxica


(Columna publicada en http://www.valoresreligiosos.com.ar/ en el mes de marzo)


En estos días tanto judíos como cristianos transitamos el camino hacia la Pascua. Algunos la llaman Pésaj, utilizando la palabra hebrea פֶּסַח que significa “salto” y que recuerda el salto o cruce del Mar Rojo y, por sobre todo, el paso del pueblo judío de la esclavitud a la libertad. Otros le dicen directamente Pascua, del latín pascae, que proviene, a su vez, del griego πάσχα (pasja), que se emparenta finalmente con el hebreo pésaj, y que alude al paso de la muerte a la resurrección; Cristo muere y resucita y abre las puertas a la vida eterna.

El lenguaje, gracias al cual se creó el mundo para muchos, no es ajeno a estas festividades, que son ricas espiritualmente, pero también desde una perspectiva léxica. Reflexionemos brevemente sobre dos voces relacionadas con las respectivas fiestas.

¿Qué es el afikomán? Es un trozo de pan ázimo (matzá) que se envuelve en una servilleta y se esconde en algún lugar de la casa antes de comenzar la cena de celebración de la Pascua. Hacia el final del banquete los niños, a modo de juego, buscan ese trozo de pan escondido y quien lo encuentra se hace acreedor de un premio o regalo. Es una buena estrategia para que los más pequeños se queden despiertos hasta el final. Y además… ¡el seder u “orden pascual” no puede concluir hasta que todos hayan comido un trozo del afikoman!

La voz proviene de los términos griegos epikomen, “postre”, o epikomion, “entretenimiento o diversión después de la cena”, coherentes con la ubicación de la búsqueda del afikomán hacia el final de la comida y con la alegría que conlleva para toda la familia.

¿Qué es el triduo pascual? Es el tiempo litúrgico que comienza el Jueves Santo, con la liturgia de la Cena del Señor, sigue el Viernes Santo con el ayuno, y concluye el Sábado Santo con la celebración de la Vigilia Pascual. Desde un punto de vista cronológico, es el período de tres días comprendido entre la tarde del Jueves Santo y la madrugada del Domingo de Pascua. Dentro de este triduo se celebran los tres grandes misterios de la redención: la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, corazón del año litúrgico.

El nombre triduo pascual es muy reciente ya que se remonta a los años 30 del siglo XX. Sin embargo, ya a finales del siglo IV, San Ambrosio se refería a un triduum sacrum –en latín, “tres días sagrados”- para aludir a las etapas históricas del misterio cristiano.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El amor no pasará jamás

Este es el discurso que preparé en nombre del V Curso de Valores Religiosos 2011. ¡Felicitaciones líderes en ecumenismo y diálogo interreligioso! Todo pasará, todo acabará; solo el amor no morirá jamás.

(Nos ponemos en presencia de D’os)


Señor mío y D’os mío, creemos firmemente que estás aquí, que nos ves, que nos oyes.

Voy a leer una bendición, primero en hebreo, y luego, traducida al español: Baruj atá Adonai, Eloheinu melej haolam, shejeianu, vekiinamu, veeiguianu lasmán hazé. (Bendito seas Seños, D’os, Rey del universo, que nos das la vida, nos la preservas, y nos permites llegar vivos a este momento).

Invocamos al Señor en árabe, como hacen los fieles musulmanes: Bismillah al Rahman al Rahim (en el nombre de D’os, el clemente y misericordioso).

Hace ya muchos años, más de los que quisiera acordarme, escuché un proverbio árabe que jamás pude olvidar y que hoy, en nombre del V Curso de Valores Religiosos 2011, quisiera compartir con ustedes:

“El amor de D’os es como la lluvia fina. No la sientes caer, pero cuando quieres darte cuenta te ha empapado hasta los huesos”.

D’os nos ama infinitamente; nos hizo únicos e irrepetibles: si alguno de nosotros no existiera habría un vacío en el universo. Todos, del más opulento, o el más inteligente, o el más altruista, al pobre más pobre, o al enfermo más enfermo de la barriada más miserable e infernal de la tierra, hemos sido creados amorosamente para poder decirle a D’os: “Abá”, “Papá”.

D´os, en su infinita sabiduría, nos hizo distintos para que pudiéramos conocernos y amarnos, no a pesar de las diferencias, sino a partir de las diferencias que no es sino una riqueza encubierta.

Los alumnos del V Curso de Valores Religiosos, a lo largo del año, hemos sentido y hemos tenido certeza del amor de D’os. Certeza de que somos también amados por otros. Hemos aprendido a amar más y mejor a D’os. Este es un camino que, tal vez, no empezó con este curso, pero que sin duda NO va a acabar después de este curso.

No se puede vivir sin estar enamorado.

Y aquí, el V Curso no habla de un amor hedonista, ni de un amor del “yo soy porque tengo”, ni de la juventud eterna, ni de la belleza física. Creemos en el amor como compromiso, como sacrificio, como donación, traducible en obras. Hace falta énfasis y tiempo para amar al Señor, un D’os que cada religión ve de manera distinta, pero al que alaba con la misma entrega y del que espera con la misma confianza.

Énfasis y tiempo para amar al prójimo. Algo reñido con una sociedad del consumo y de la inmediatez.

Perseverar en el camino de la fe no es fácil. Ser creyente en estos tiempos no está de moda. Para muchos aún sigue implicando persecución y muerte: para otros, en tren más leve, implica soportar bromas, a veces insultos, otras, descalificaciones, o el omnipresente mote de “retrógrado”.

Ante las dificultades, el V Curso no se amilana ni se queja demasiado. Más bien recuerda el consejo realista y firme del místico y poeta español Juan de la Cruz: “Para llegar adonde no estamos, tenemos que ir por donde no vamos”.

Esto no implica necesariamente abrir caminos nuevos, muchas veces para llevarnos el mérito, o creernos erróneamente protagonistas. Implica, tal vez, probar con dos bienes escasos: la humildad y el anonimato.

¿Por qué seguimos a pesar de las claudicaciones o de la impopularidad? ¿Por qué si es más fácil la comodidad, el facilismo, la estafa, la mentira, la confrontación?

Porque D’os sigue apostando por nosotros. Lo hizo en el principio de los tiempos y lo hará hasta el fin de los tiempos. Muchas gracias.

lunes, 26 de abril de 2010

Israel (o "es fuerte el amor como la muerte")


                              Sé que este artículo puede traer controversias. Lo publico porque estoy de acuerdo con quien lo escribe -escritor argentino con quien a veces disiento- y porque es difícil defender algo cuando, en mi caso, no se es "objetivo" en lo más mínimo. Mi subjetividad con Israel (Ha Aretz) es la de un hijo (no adolescente, sino pequeño) con su madre cuando la tilda de la más sabia, la más bella, la más atrayente. Sabed perdonar mi silencio de más de un año. ¡Kaminos de leche y miel para todos!

jueves, 1 de enero de 2009

La belleza de la sulamita (o los ojos brujos). Seducción y enamoramiento en el Oriente Medio.


“Que me bese con los besos de su boca, /Tus amores son mejores que el vino , /Suave es el olor de tu fragancia, / tu nombre es como un bálsamo que se va derramando” (Cantar de los cantares)


Las cosas no son tan sencillas como pensáis. Porque ocurren varias cosas: la primera, que el Medio Oriente no es monolítico; hay sociedades muy distintas unas de otras. El Líbano (Lubnan en árabe. ¡Lamento no disponer aún del teclado arábigo!) es muy “abierto” a costumbres occidentales y, en menor medida, lo es África del Norte que, a su vez, tampoco es homogénea (¿cómo poner en el mismo saco a países tan diversos como Egipto –Misr-, Marruecos –Al Memlaka al Magreb-, Túnez-Tunis- y Argelia –Al Jaza´ir-, por ejemplo? Sería lo mismo que equiparar a todas las naciones de Europa.) Los estados del Golfo gozan de una apertura inédita, aunque coexisten siempre, como en todos lados, la tradición y la innovación. El Reino de Arabia Saudita –Al Memlaka al Arabiya aSsudiah- y Yemen – Al Yamem- son las naciones más conservadoras del mundo árabe; y –mejor aclarar ahora- ni Turquía ni Irán ni Pakistán, ni Afganistán, por más islámicas que sean, son árabes.

La segunda cosa es que las tradiciones amorosas sufren algunas diferencias –poco sustanciales, es verdad- de una nación a otra. Hay pautas establecidas sobre lo que está permitido hacer y no hacer en la búsqueda de un compañero o compañera, pero estas costumbres o “permitidos” bailan al ritmo de las sociedades. Y os aseguro que no hay dos que sean idénticas.

La tercera cosa implica a Occidente: la llegada de costumbres foráneas –ya sea mediante el turismo, las teleseries, las películas o la omnipresente Internet (sí, el Medio Oriente está conectadísimo; hay WiFi prácticamente en todos lados, infinitamente más que en la Argentina, por ejemplo, aunque esto no sorprenda a nadie) es innegable así como su paulatina inclusión en las sociedades musulmanas. La progresiva “liberalidad” –es necesario separar una auténtica y beneficiosa “apertura” del lamentable “libertinaje”- que se viene dando desde hace tiempo en ciertos países está cambiando las pautas relacionales entre hombre y mujer. Y de eso hablaremos al fin y al cabo, de los usos y costumbres amorosas en el Oriente Medio sin que esto, D´os no lo permita, pretenda ser exhaustivo.

Para no acabar yéndome en aprontes, voy, entonces, a los hechos. Cuando una joven llega a una edad “casadera” y un muchacho cuenta con posibilidades de asumir tal compromiso, ambos comienzan a buscar una pareja que sea adecuada. Las bodas suelen celebrarse a una edad temprana, al menos en las mujeres, ya que la pasión y el ímpetu de la juventud pueden encontrar en el matrimonio el lugar adecuado para ejercer la sexualidad, el cariño y el deseo; asimismo, la sociedad se asegura la formación de nuevas familias que transmitan valores y pautas sociales a sus descendientes. La religión ilumina la mayor parte de las bodas en Oriente Medio, se pertenezca a la religión que se pertenezca. Siempre hay un porcentaje de bodas en las que las ceremonias religiosas son meramente sociales, pero no alcanzan el número tan alto del Occidente; la religión en Medio Oriente está muy integrada a la vida cotidiana, no es sólo un aspecto más de la persona.

¿Cómo hace una muchacha o un muchacho para conocer a su futuro cónyuge? Con esto estamos presuponiendo algo esencial: si se busca pareja es pura y exclusivamente PARA CASARSE. No hay nada de “me enamoro, nos conocemos, probamos y vemos qué nos ocurre”. Si el varón pide la mano de la mujer es para casarse, no para “andar de novio” a la manera occidental. La etapa del noviazgo es aquella que media entre el pedido de mano por parte del novio al padre de la novia y la fecha de la firma del contrato nupcial (tanto en el Judaísmo como en el Islam la boda constituye un contrato y no un sacramento; en el caso de las parejas cristianas, el noviazgo es desde el pedido de mano hasta el día de la boda religiosa en la iglesia). Ya para cuando el novio pide formalmente la mano, no hay mucha marcha atrás –sólo si ocurre algo excepcional como puede ser que uno u otro se entere de que ha habido información mentirosa en el medio, un comportamiento demasiado liberal de parte de alguno de ellos, etcétera-.

Las futuras parejas tienen, a grandes rasgos, dos formas de conocerse para concretar el matrimonio: la tradicional y la occidental. Estos nombres los utilizan incluso ellos mismos a la hora de definir este campo. La primera, que es la más común en la mayoría de los países, ya sean abiertos o tradicionales, consiste en que las madres de los muchachos suelen ver qué muchachas –dentro de su círculo- están libres y cuentan con edad y méritos suficientes para casarse con sus hijos. Se busca muchas veces la unión de familias, la homogeneidad social y cultural y una cierta convergencia en las pautas educativas y de conducta. Esto no significa que los padres eligen y acuerdan con sus futuros consuegros sin el consentimiento de sus hijos. Tanto el Judaísmo con la ortodoxia cristiana como el Islam requieren el beneplácito de los futuros esposos. Más aún, exigen que los candidatos se conozcan y se encuentren físicamente antes de sellar cualquier compromiso. Conocerse puede implicar verse una, dos o más veces en lugares públicos o en el hogar de la novia con la supervisión –no siempre en la misma habitación si la familia no es ultraconservadora- de algún pariente de ésta. Es común en el Judaísmo que el shadján o casamentero –una institución muy bendecida- sea quien ilumine a las familias respecto de qué candidatos son los más beneficiosos para sus hijos. Éste –que puede ser hombre o mujer- conoce a muchas familias, sabe de sus pautas de conducta, su nivel educativo y económico, sus aspiraciones y sus tradiciones, y de este modo tiene una idea más amplia de quiénes pueden llegar a conciliar entre sí. Las parejas –informadas por sus padres de tal o cual candidato- acceden a encontrarse y a conocerse mutuamente mediante conversaciones –siempre en lugares públicos y mayormente de día-. Suelen sentarse una frente al otro y conversar largamente mientras beben un café o comen o toman un helado. Nadie tiene por qué andar fisgonenado en su encuentro y, de este modo, no sólo ven si el otro les agrada físicamente –esto es importante y necesario-, sino qué gustos, sueños y proyectos posee.

En el Islam y en la ortodoxia cristiana, los encuentros se llevan a cabo en la casa de los padres de la posible candidata. Allí la pareja se conoce, se ve –el Islam obliga a los posibles novios a verse de antemano y a que ambos estén enterados de los defectos físicos de uno u otro si los hubiera- también fomenta que conversen para conocer el horizonte de quién tienen delante. Estos encuentros pueden ser uno o varios dependiendo de la sociedad en que vive la pareja.
El AMOR no es condición sine qua non para el matrimonio. No hay problema alguno en que haya amor, desde luego, pero no es esencial ni necesario. Sí es deseable que haya un acuerdo mutuo entre los futuros cónyuges, es decir, que estos consientan verdaderamente a estar juntos y a llevar adelante la empresa de consolidarse como pareja y formar una familia.
[El divorcio existe en el Oriente Medio, pero es, de todas las cosas lícitas, la más triste. Sólo ha de recurrirse a ella si la pareja no es viable tras haber intentado subsanar sus diferencias. El hecho de que pareja no pueda concebir no es causal de divorcio ya que no necesariamente ha de haber hijos en el matrimonio y uno puede amar o respetar a un cónyuge estéril. Otra cosas, desde luego es la presión social para que una pareja sea fértil.]
Para los occidentales que estáis por comerme y enfurecerse os digo una cosa: el Medio Oriente no condena el amor, por el contrario, desea que florezca en la pareja de esposos. Sostiene, más bien, que si el amor florece fuera del matrimonio sólo causa pena, desasociego y sufrimiento ya que no siempre se da entre personas que puedan casarse y formar una familia. Está condenado, entonces, a llevar tristeza y llanto a la pareja o, peor, a llevarla a cometer actos ilícitos y condenables por la sociedad, es decir, a una doble vida. Es mejor, entonces, que un hombre se enamore de una mujer “posible” y viceversa para que el AMOR –que ha de ser cultivado, regado y fertilizado para que dé frutos- conduzca a la felicidad y sea duradero. La sexualidad dentro del matrimonio es un bien necesario, deseable y que no está sumido a pautas de “correcto” o “incorrecto”; todo aquello que la pareja desee realizar con el consentimiento mutuo y que implique sólo a los cónyuges- está permitido y bendecido.
¿Qué requisitos ha de cumplir un novio para ser aceptado por sus futuros suegros como candidato plausible? En primer lugar, ha de tener dinero suficiente para sufragar los gastos de la esposa y la futura familia. Por este motivo, es muchos países los candidatos hombres son bastante más grandes que las muchachas a las que aspiran a convertir en esposas: han tenido que trabajar una buena cantidad de años para hacerse con una posición. Han de poder proveer una casa –a menudo propia-, por ejemplo, y ser capaces de afrontar los gastos de la misma así como la manutención de la esposa y la futura prole. Hoy en día la mujer trabaja en casi todos los países árabes. En algunos, el hombre ha de asentar expresamente en el contrato matrimonial que dejará trabajar a su esposa y que esto no será motivo de peleas ni discusiones. Pero ha de quedar claro una cosa: el dinero que la mujer gana con su trabajo es de ella, no ha de servir al mantenimiento del hogar cuya responsabilidad es pura y exclusivamente del marido. Dentro de esta categoría entran no sólo los gastos de comida, impuestos y automóvil, sino también la ropa de la esposa, sus joyas, la ropa del niño, la educación de ambos, etcétera.
Aclaro que el nivel de vida es el propio de cada clase o nivel; quien tiene mucho ha de mantener un nivel de vida alto y quien tiene menos, uno más moderado y adecuado a sus gastos. En el Islam la mujer tiene, incluso, derecho a tener su propia cuenta bancaria mientras que el marido ha de tener sólo una en común. Ya sé lo que diréis a continuación: que esto – lo de las cuentas bancarias y el manejo legal por parte de las mujeres- se da pocas veces o sólo en algunos países. Os digo que tenéis razón. Es lamentable y condenable, pero muchos hombres se abusan del desconocimiento que tienen las mujeres de las leyes que las gobiernan y el derecho que las asiste. Muchos prefieren dejar a sus esposas en la ignorancia y no encargarse de su educación, siendo esto algo contrario al deseo expreso de muchas religiones. La mujer es la encargada de transmitir la religión y las pautas sociales a los hijos, junto con el habla, y por esto ha de estar cultivada e informada. Por fortuna, en casi todo el Medio Oriente, la mujer puede ir a la escuela, a la universidad y, aunque en menor medida, ingresar al terreno laboral. Debemos luchar y rezar por que esto ocurra.
Pero no nos desviemos de nuestro tema. Una vez que el candidato es aprobado por los suegros, ha de ser aprobado por la muchacha. Si ella está de acuerdo porque lo ve agradable, simpático, serio, atractivo, etcétera (los sentimientos son los de cualquier mujer del mundo), ella habla con sus padres y les informa que él le ha gustado o que desearía verlo nuevamente o que, por el contrario, no hay nada que hacer porque no es de su agrado. También cuenta la opinión del novio ya que éste puede haber oído hablar de las virtudes de ella, pero no las ha “palpado” hasta el encuentro.
Si la futura pareja no se gustó, las familias tendrán que seguir buscando. Muchas veces éstas reciben más de una proposición para su hija y si la primera –la que agradaba más a los padres- no ha funcionado, seguirán con la que viene. Puede ser, incluso, que alguna hermana de la “novia” sea factible para el candidato y si éste acepta, pues se ha armado otra boda: Como el amor no está en juego, sino cosas más sólidas como el deseo firme de hacer una familia, de ser fiel al otro y de proponerse amarlo y respetarlo, no hay nada de malo en hacer este “enroque” de candidatas.
Nota bene: El Islam no ve mal que una mujer sea la primera en interesarse por un hombre y en hacerle llegar su “visto bueno” a través de un intermediario que puede ser un hombre o mujer se su familia. Se sigue aquí el ejemplo de Hadiya, primera esposa del profeta Muhammad (Paz y bendición sean con él), quien le hizo llegar su interés a través de una sirvienta-amiga-confidente. Esto está permitido en tanto tenga fines serios y se lleve a cabo con prudencia.
Si hay acuerdo entre los jóvenes –o no tan jóvenes- el siguiente paso es el pedido de mano. Pero no quisiera pasar a este tema antes de hablar de la llamada forma “occidental” de conocer al futuro cónyuge. Esta forma es lisa y llanamente conocer al candidato y enamorarse de él sin que medien presentaciones o deseos expresos de casamiento. Se da entre un hombre y una mujer que se conocen en la universidad –en aquellos países donde los sexos no están segregados, claro-, en el trabajo –ya que muchas mujeres ocupen cargos en institutos, oficinas, negocios, el Estado, el área pública o privada, etcétera-, en el vecindario, en el mismo bloque de edificios -¿recuerdan la romántica película egipcia Taimur & Shafí3a?-, etcétera. Estos romances –que a menos que se trate de dos personas muy liberales- tienen como horizonte y finalidad única el matrimonio, no están mal vistos siempre y cuando se pertenezca a un mismo nivel socio-económico. En los países en los que tienen fuerza los clanes y las tribus, los jóvenes han de pertenecer a una “tribu adecuada” y no enfrentada a la otra, de lo contrario, el amor será condenado y hasta prohibido.
Muchas veces el conocer a alguien y enamorarse de éste sin que medie una presentación formal implica pasar mucho tiempo- meses, años- llevando este amor en silencio e intentando ver si al otro le ocurre lo mismo. No son plausibles las llamadas al hogar de la muchacha o los encuentros fuera del ámbito de estudio o trabajo sin el consentimiento de los padres de la joven. Y si los padres consienten el cariño de sus hijos, éste pasa a estar ya adentro del noviazgo y ha de haber un pedido de mano a la brevedad. Hasta el matrimonio no ha de haber contacto físico entre los novios, ni besos ni manos que se juntan ni nada. En muchas sociedades se permite que, una vez casados por contrato, los “esposos” –aunque aún falte la bendición religiosa- se tomen de las manos o se besen en las mejillas. Las relaciones prematrimoniales constituyen una falta grave y un tema tabú en casi todas las sociedades del Oriente Medio. Los novios –no aseguro, desde luego, que esto ocurra siempre- han de llegar vírgenes al matrimonio. Como también ocurre aún en casi todo Occidente, el peso de este requisito recae casi exclusivamente en la mujer cuya virginidad es –supuestamente- más comprobable.
Hay que dejar algo en claro: tanto si la forma de conocerse ha sido la tradicional como la occidental, los flirteos no pueden durar mucho sin que haya un pedido expreso de matrimonio. ¿Cómo son los tiempos? No hay una pauta fija, pero entre el conocimiento de los novios –o el permiso “oficial” de los padres si los muchachos se han conocido por su cuenta- y el pedido de mano han de mediar unos pocos meses o, incluso, menos de un mes. Entre el pedido de mano y el compromiso hay aproximadamente un mes –es variable- y entre el compromiso y el matrimonio unos seis meses, más o menos, tal vez más, pero máximo un año. La firma del contrato en el Judaísmo –Ketubá- se da junto con la fiesta de bodas. La ortodoxia cristiana celebra el matrimonio y la fiesta a la vez. El Islam no necesariamente celebra la firma del contrato junto con la ceremonia nupcial y el banquete; en éste caso pueden transcurrir hasta tres meses o más entre la firma del contrato y la fiesta. Es tradición que los ya esposos –puesto que la boda se da tras firmar el contrato ante la ley- vivan aún con sus padres y no hagan vida conyugal hasta pasar por la mezquita y dar el banquete oficial. Insisto, estos plazos realmente varían según las sociedades. Se suele llamar “noviazgo” al período comprendido entre el compromiso y la firma del contrato; es un tiempo caracterizado por más libertades como, por ejemplo, la posibilidad de que los novios se vean más seguidos en casa de la novia, puedan hablarse por teléfono a diario o estén autorizados a salir juntos a pasear –con la compañía de algún familiar que los mire de lejos. Los paseos por parques, jardines públicos y zonas comerciales son un paseo muy común entre los novios del Medio Oriente.
Sé que os morís de curiosidad. Y no está mal ya que D´os ha puesto en el hombre la curiosidad y el deseo de saber aún más. Os preguntáis, en la forma de conocimiento tradicional, qué es lo que atrae mutuamente a dos personas que apenas se han visto, qué puede ver un hombre en una mujer de quien –salvo excepciones religiosas- sólo ve el rostro y las manos –a veces se permite que la mujer se descubre parte del cabello-. Ocurre –mis queridos descreídos- que la belleza o atractivo de una mujer pueden apreciarse a pesar del velo y la ropa suelta; en estos casos pesan mucho el misterio (“¿Qué habrá debajo de ese velo y ese tocado, qué debajo de ese vestido amplio que me deja intuir maravillas?”) y la mirada; hay ojos que pueden hechizar a un hombre. Y también porque en la elección de un futuro esposo –ni más ni menos- pesan otras cosas en la relación, más importantes aún que la belleza física. El deseo de amar y ser amado y de poner todo en ello desde lo racional, y no meramente desde lo emocional, juega un rol importante. Una educación similar que haga fácil conversar con el otro y ponerse de acuerdo y dos personalidades que se vislumbran compatibles en gustos y en creencias hacen el resto. La pasión puede venir o no, lo mismo que el amor, pero será paulatina y merced a un trabajo de seducción y cortejo que vendrán después de la boda. Al fin y al cabo, nada más provechoso y bendecido que hacer feliz a quien sabemos que no nos rechaza y que nos ha aceptado y ha asumido el compromiso más fuerte que puede darse entre un hombre y una mujer.
Como esta entrada es ya muy larga, hablaremos más adelante del compromiso, el noviazgo y el matrimonio. Feliz Año 2009 para todos. Que la gracia de D´os esté siempre sobre vuestras cabezas, los ilumine en todo momento y ponga paz y armonía en sus vidas.
Kul a3m ua antum bihair! ¡Que cada año que pase estén bien!