jueves, 1 de enero de 2009

La belleza de la sulamita (o los ojos brujos). Seducción y enamoramiento en el Oriente Medio.


“Que me bese con los besos de su boca, /Tus amores son mejores que el vino , /Suave es el olor de tu fragancia, / tu nombre es como un bálsamo que se va derramando” (Cantar de los cantares)


Las cosas no son tan sencillas como pensáis. Porque ocurren varias cosas: la primera, que el Medio Oriente no es monolítico; hay sociedades muy distintas unas de otras. El Líbano (Lubnan en árabe. ¡Lamento no disponer aún del teclado arábigo!) es muy “abierto” a costumbres occidentales y, en menor medida, lo es África del Norte que, a su vez, tampoco es homogénea (¿cómo poner en el mismo saco a países tan diversos como Egipto –Misr-, Marruecos –Al Memlaka al Magreb-, Túnez-Tunis- y Argelia –Al Jaza´ir-, por ejemplo? Sería lo mismo que equiparar a todas las naciones de Europa.) Los estados del Golfo gozan de una apertura inédita, aunque coexisten siempre, como en todos lados, la tradición y la innovación. El Reino de Arabia Saudita –Al Memlaka al Arabiya aSsudiah- y Yemen – Al Yamem- son las naciones más conservadoras del mundo árabe; y –mejor aclarar ahora- ni Turquía ni Irán ni Pakistán, ni Afganistán, por más islámicas que sean, son árabes.

La segunda cosa es que las tradiciones amorosas sufren algunas diferencias –poco sustanciales, es verdad- de una nación a otra. Hay pautas establecidas sobre lo que está permitido hacer y no hacer en la búsqueda de un compañero o compañera, pero estas costumbres o “permitidos” bailan al ritmo de las sociedades. Y os aseguro que no hay dos que sean idénticas.

La tercera cosa implica a Occidente: la llegada de costumbres foráneas –ya sea mediante el turismo, las teleseries, las películas o la omnipresente Internet (sí, el Medio Oriente está conectadísimo; hay WiFi prácticamente en todos lados, infinitamente más que en la Argentina, por ejemplo, aunque esto no sorprenda a nadie) es innegable así como su paulatina inclusión en las sociedades musulmanas. La progresiva “liberalidad” –es necesario separar una auténtica y beneficiosa “apertura” del lamentable “libertinaje”- que se viene dando desde hace tiempo en ciertos países está cambiando las pautas relacionales entre hombre y mujer. Y de eso hablaremos al fin y al cabo, de los usos y costumbres amorosas en el Oriente Medio sin que esto, D´os no lo permita, pretenda ser exhaustivo.

Para no acabar yéndome en aprontes, voy, entonces, a los hechos. Cuando una joven llega a una edad “casadera” y un muchacho cuenta con posibilidades de asumir tal compromiso, ambos comienzan a buscar una pareja que sea adecuada. Las bodas suelen celebrarse a una edad temprana, al menos en las mujeres, ya que la pasión y el ímpetu de la juventud pueden encontrar en el matrimonio el lugar adecuado para ejercer la sexualidad, el cariño y el deseo; asimismo, la sociedad se asegura la formación de nuevas familias que transmitan valores y pautas sociales a sus descendientes. La religión ilumina la mayor parte de las bodas en Oriente Medio, se pertenezca a la religión que se pertenezca. Siempre hay un porcentaje de bodas en las que las ceremonias religiosas son meramente sociales, pero no alcanzan el número tan alto del Occidente; la religión en Medio Oriente está muy integrada a la vida cotidiana, no es sólo un aspecto más de la persona.

¿Cómo hace una muchacha o un muchacho para conocer a su futuro cónyuge? Con esto estamos presuponiendo algo esencial: si se busca pareja es pura y exclusivamente PARA CASARSE. No hay nada de “me enamoro, nos conocemos, probamos y vemos qué nos ocurre”. Si el varón pide la mano de la mujer es para casarse, no para “andar de novio” a la manera occidental. La etapa del noviazgo es aquella que media entre el pedido de mano por parte del novio al padre de la novia y la fecha de la firma del contrato nupcial (tanto en el Judaísmo como en el Islam la boda constituye un contrato y no un sacramento; en el caso de las parejas cristianas, el noviazgo es desde el pedido de mano hasta el día de la boda religiosa en la iglesia). Ya para cuando el novio pide formalmente la mano, no hay mucha marcha atrás –sólo si ocurre algo excepcional como puede ser que uno u otro se entere de que ha habido información mentirosa en el medio, un comportamiento demasiado liberal de parte de alguno de ellos, etcétera-.

Las futuras parejas tienen, a grandes rasgos, dos formas de conocerse para concretar el matrimonio: la tradicional y la occidental. Estos nombres los utilizan incluso ellos mismos a la hora de definir este campo. La primera, que es la más común en la mayoría de los países, ya sean abiertos o tradicionales, consiste en que las madres de los muchachos suelen ver qué muchachas –dentro de su círculo- están libres y cuentan con edad y méritos suficientes para casarse con sus hijos. Se busca muchas veces la unión de familias, la homogeneidad social y cultural y una cierta convergencia en las pautas educativas y de conducta. Esto no significa que los padres eligen y acuerdan con sus futuros consuegros sin el consentimiento de sus hijos. Tanto el Judaísmo con la ortodoxia cristiana como el Islam requieren el beneplácito de los futuros esposos. Más aún, exigen que los candidatos se conozcan y se encuentren físicamente antes de sellar cualquier compromiso. Conocerse puede implicar verse una, dos o más veces en lugares públicos o en el hogar de la novia con la supervisión –no siempre en la misma habitación si la familia no es ultraconservadora- de algún pariente de ésta. Es común en el Judaísmo que el shadján o casamentero –una institución muy bendecida- sea quien ilumine a las familias respecto de qué candidatos son los más beneficiosos para sus hijos. Éste –que puede ser hombre o mujer- conoce a muchas familias, sabe de sus pautas de conducta, su nivel educativo y económico, sus aspiraciones y sus tradiciones, y de este modo tiene una idea más amplia de quiénes pueden llegar a conciliar entre sí. Las parejas –informadas por sus padres de tal o cual candidato- acceden a encontrarse y a conocerse mutuamente mediante conversaciones –siempre en lugares públicos y mayormente de día-. Suelen sentarse una frente al otro y conversar largamente mientras beben un café o comen o toman un helado. Nadie tiene por qué andar fisgonenado en su encuentro y, de este modo, no sólo ven si el otro les agrada físicamente –esto es importante y necesario-, sino qué gustos, sueños y proyectos posee.

En el Islam y en la ortodoxia cristiana, los encuentros se llevan a cabo en la casa de los padres de la posible candidata. Allí la pareja se conoce, se ve –el Islam obliga a los posibles novios a verse de antemano y a que ambos estén enterados de los defectos físicos de uno u otro si los hubiera- también fomenta que conversen para conocer el horizonte de quién tienen delante. Estos encuentros pueden ser uno o varios dependiendo de la sociedad en que vive la pareja.
El AMOR no es condición sine qua non para el matrimonio. No hay problema alguno en que haya amor, desde luego, pero no es esencial ni necesario. Sí es deseable que haya un acuerdo mutuo entre los futuros cónyuges, es decir, que estos consientan verdaderamente a estar juntos y a llevar adelante la empresa de consolidarse como pareja y formar una familia.
[El divorcio existe en el Oriente Medio, pero es, de todas las cosas lícitas, la más triste. Sólo ha de recurrirse a ella si la pareja no es viable tras haber intentado subsanar sus diferencias. El hecho de que pareja no pueda concebir no es causal de divorcio ya que no necesariamente ha de haber hijos en el matrimonio y uno puede amar o respetar a un cónyuge estéril. Otra cosas, desde luego es la presión social para que una pareja sea fértil.]
Para los occidentales que estáis por comerme y enfurecerse os digo una cosa: el Medio Oriente no condena el amor, por el contrario, desea que florezca en la pareja de esposos. Sostiene, más bien, que si el amor florece fuera del matrimonio sólo causa pena, desasociego y sufrimiento ya que no siempre se da entre personas que puedan casarse y formar una familia. Está condenado, entonces, a llevar tristeza y llanto a la pareja o, peor, a llevarla a cometer actos ilícitos y condenables por la sociedad, es decir, a una doble vida. Es mejor, entonces, que un hombre se enamore de una mujer “posible” y viceversa para que el AMOR –que ha de ser cultivado, regado y fertilizado para que dé frutos- conduzca a la felicidad y sea duradero. La sexualidad dentro del matrimonio es un bien necesario, deseable y que no está sumido a pautas de “correcto” o “incorrecto”; todo aquello que la pareja desee realizar con el consentimiento mutuo y que implique sólo a los cónyuges- está permitido y bendecido.
¿Qué requisitos ha de cumplir un novio para ser aceptado por sus futuros suegros como candidato plausible? En primer lugar, ha de tener dinero suficiente para sufragar los gastos de la esposa y la futura familia. Por este motivo, es muchos países los candidatos hombres son bastante más grandes que las muchachas a las que aspiran a convertir en esposas: han tenido que trabajar una buena cantidad de años para hacerse con una posición. Han de poder proveer una casa –a menudo propia-, por ejemplo, y ser capaces de afrontar los gastos de la misma así como la manutención de la esposa y la futura prole. Hoy en día la mujer trabaja en casi todos los países árabes. En algunos, el hombre ha de asentar expresamente en el contrato matrimonial que dejará trabajar a su esposa y que esto no será motivo de peleas ni discusiones. Pero ha de quedar claro una cosa: el dinero que la mujer gana con su trabajo es de ella, no ha de servir al mantenimiento del hogar cuya responsabilidad es pura y exclusivamente del marido. Dentro de esta categoría entran no sólo los gastos de comida, impuestos y automóvil, sino también la ropa de la esposa, sus joyas, la ropa del niño, la educación de ambos, etcétera.
Aclaro que el nivel de vida es el propio de cada clase o nivel; quien tiene mucho ha de mantener un nivel de vida alto y quien tiene menos, uno más moderado y adecuado a sus gastos. En el Islam la mujer tiene, incluso, derecho a tener su propia cuenta bancaria mientras que el marido ha de tener sólo una en común. Ya sé lo que diréis a continuación: que esto – lo de las cuentas bancarias y el manejo legal por parte de las mujeres- se da pocas veces o sólo en algunos países. Os digo que tenéis razón. Es lamentable y condenable, pero muchos hombres se abusan del desconocimiento que tienen las mujeres de las leyes que las gobiernan y el derecho que las asiste. Muchos prefieren dejar a sus esposas en la ignorancia y no encargarse de su educación, siendo esto algo contrario al deseo expreso de muchas religiones. La mujer es la encargada de transmitir la religión y las pautas sociales a los hijos, junto con el habla, y por esto ha de estar cultivada e informada. Por fortuna, en casi todo el Medio Oriente, la mujer puede ir a la escuela, a la universidad y, aunque en menor medida, ingresar al terreno laboral. Debemos luchar y rezar por que esto ocurra.
Pero no nos desviemos de nuestro tema. Una vez que el candidato es aprobado por los suegros, ha de ser aprobado por la muchacha. Si ella está de acuerdo porque lo ve agradable, simpático, serio, atractivo, etcétera (los sentimientos son los de cualquier mujer del mundo), ella habla con sus padres y les informa que él le ha gustado o que desearía verlo nuevamente o que, por el contrario, no hay nada que hacer porque no es de su agrado. También cuenta la opinión del novio ya que éste puede haber oído hablar de las virtudes de ella, pero no las ha “palpado” hasta el encuentro.
Si la futura pareja no se gustó, las familias tendrán que seguir buscando. Muchas veces éstas reciben más de una proposición para su hija y si la primera –la que agradaba más a los padres- no ha funcionado, seguirán con la que viene. Puede ser, incluso, que alguna hermana de la “novia” sea factible para el candidato y si éste acepta, pues se ha armado otra boda: Como el amor no está en juego, sino cosas más sólidas como el deseo firme de hacer una familia, de ser fiel al otro y de proponerse amarlo y respetarlo, no hay nada de malo en hacer este “enroque” de candidatas.
Nota bene: El Islam no ve mal que una mujer sea la primera en interesarse por un hombre y en hacerle llegar su “visto bueno” a través de un intermediario que puede ser un hombre o mujer se su familia. Se sigue aquí el ejemplo de Hadiya, primera esposa del profeta Muhammad (Paz y bendición sean con él), quien le hizo llegar su interés a través de una sirvienta-amiga-confidente. Esto está permitido en tanto tenga fines serios y se lleve a cabo con prudencia.
Si hay acuerdo entre los jóvenes –o no tan jóvenes- el siguiente paso es el pedido de mano. Pero no quisiera pasar a este tema antes de hablar de la llamada forma “occidental” de conocer al futuro cónyuge. Esta forma es lisa y llanamente conocer al candidato y enamorarse de él sin que medien presentaciones o deseos expresos de casamiento. Se da entre un hombre y una mujer que se conocen en la universidad –en aquellos países donde los sexos no están segregados, claro-, en el trabajo –ya que muchas mujeres ocupen cargos en institutos, oficinas, negocios, el Estado, el área pública o privada, etcétera-, en el vecindario, en el mismo bloque de edificios -¿recuerdan la romántica película egipcia Taimur & Shafí3a?-, etcétera. Estos romances –que a menos que se trate de dos personas muy liberales- tienen como horizonte y finalidad única el matrimonio, no están mal vistos siempre y cuando se pertenezca a un mismo nivel socio-económico. En los países en los que tienen fuerza los clanes y las tribus, los jóvenes han de pertenecer a una “tribu adecuada” y no enfrentada a la otra, de lo contrario, el amor será condenado y hasta prohibido.
Muchas veces el conocer a alguien y enamorarse de éste sin que medie una presentación formal implica pasar mucho tiempo- meses, años- llevando este amor en silencio e intentando ver si al otro le ocurre lo mismo. No son plausibles las llamadas al hogar de la muchacha o los encuentros fuera del ámbito de estudio o trabajo sin el consentimiento de los padres de la joven. Y si los padres consienten el cariño de sus hijos, éste pasa a estar ya adentro del noviazgo y ha de haber un pedido de mano a la brevedad. Hasta el matrimonio no ha de haber contacto físico entre los novios, ni besos ni manos que se juntan ni nada. En muchas sociedades se permite que, una vez casados por contrato, los “esposos” –aunque aún falte la bendición religiosa- se tomen de las manos o se besen en las mejillas. Las relaciones prematrimoniales constituyen una falta grave y un tema tabú en casi todas las sociedades del Oriente Medio. Los novios –no aseguro, desde luego, que esto ocurra siempre- han de llegar vírgenes al matrimonio. Como también ocurre aún en casi todo Occidente, el peso de este requisito recae casi exclusivamente en la mujer cuya virginidad es –supuestamente- más comprobable.
Hay que dejar algo en claro: tanto si la forma de conocerse ha sido la tradicional como la occidental, los flirteos no pueden durar mucho sin que haya un pedido expreso de matrimonio. ¿Cómo son los tiempos? No hay una pauta fija, pero entre el conocimiento de los novios –o el permiso “oficial” de los padres si los muchachos se han conocido por su cuenta- y el pedido de mano han de mediar unos pocos meses o, incluso, menos de un mes. Entre el pedido de mano y el compromiso hay aproximadamente un mes –es variable- y entre el compromiso y el matrimonio unos seis meses, más o menos, tal vez más, pero máximo un año. La firma del contrato en el Judaísmo –Ketubá- se da junto con la fiesta de bodas. La ortodoxia cristiana celebra el matrimonio y la fiesta a la vez. El Islam no necesariamente celebra la firma del contrato junto con la ceremonia nupcial y el banquete; en éste caso pueden transcurrir hasta tres meses o más entre la firma del contrato y la fiesta. Es tradición que los ya esposos –puesto que la boda se da tras firmar el contrato ante la ley- vivan aún con sus padres y no hagan vida conyugal hasta pasar por la mezquita y dar el banquete oficial. Insisto, estos plazos realmente varían según las sociedades. Se suele llamar “noviazgo” al período comprendido entre el compromiso y la firma del contrato; es un tiempo caracterizado por más libertades como, por ejemplo, la posibilidad de que los novios se vean más seguidos en casa de la novia, puedan hablarse por teléfono a diario o estén autorizados a salir juntos a pasear –con la compañía de algún familiar que los mire de lejos. Los paseos por parques, jardines públicos y zonas comerciales son un paseo muy común entre los novios del Medio Oriente.
Sé que os morís de curiosidad. Y no está mal ya que D´os ha puesto en el hombre la curiosidad y el deseo de saber aún más. Os preguntáis, en la forma de conocimiento tradicional, qué es lo que atrae mutuamente a dos personas que apenas se han visto, qué puede ver un hombre en una mujer de quien –salvo excepciones religiosas- sólo ve el rostro y las manos –a veces se permite que la mujer se descubre parte del cabello-. Ocurre –mis queridos descreídos- que la belleza o atractivo de una mujer pueden apreciarse a pesar del velo y la ropa suelta; en estos casos pesan mucho el misterio (“¿Qué habrá debajo de ese velo y ese tocado, qué debajo de ese vestido amplio que me deja intuir maravillas?”) y la mirada; hay ojos que pueden hechizar a un hombre. Y también porque en la elección de un futuro esposo –ni más ni menos- pesan otras cosas en la relación, más importantes aún que la belleza física. El deseo de amar y ser amado y de poner todo en ello desde lo racional, y no meramente desde lo emocional, juega un rol importante. Una educación similar que haga fácil conversar con el otro y ponerse de acuerdo y dos personalidades que se vislumbran compatibles en gustos y en creencias hacen el resto. La pasión puede venir o no, lo mismo que el amor, pero será paulatina y merced a un trabajo de seducción y cortejo que vendrán después de la boda. Al fin y al cabo, nada más provechoso y bendecido que hacer feliz a quien sabemos que no nos rechaza y que nos ha aceptado y ha asumido el compromiso más fuerte que puede darse entre un hombre y una mujer.
Como esta entrada es ya muy larga, hablaremos más adelante del compromiso, el noviazgo y el matrimonio. Feliz Año 2009 para todos. Que la gracia de D´os esté siempre sobre vuestras cabezas, los ilumine en todo momento y ponga paz y armonía en sus vidas.
Kul a3m ua antum bihair! ¡Que cada año que pase estén bien!