miércoles, 13 de junio de 2012

Fraseología religiosa

Columna publicada en Valores Religiosos (http://www.valoresreligiosos.com.ar/) en el mes de junio

Todas las lenguas poseen expresiones fijas, “fosilizadas”, compuestas por dos o más palabras, cuyo significado no es nunca el literal sino otro que el uso y la tradición han impuesto; por ejemplo “sacar los trapitos al sol” alude a hacer públicos los problemas o la conducta dudosa de alguien y no a exponer las prendas viejas o los repasadores a los rayos del sol.

La tradición castellana es riquísima en este tipo de frases conocidas como locuciones; las hay que aluden al dinero, al campo, al turf, a la viveza criolla, al sexo, al alimento y, por supuesto, a la religión. La mayoría de las expresiones reflejan una cosmovisión católica apostólica romana puesto que el pueblo español, cuna de nuestro idioma, e Hispanoamérica son mayoritariamente católicos. ¿Ponemos ejemplos concretos de uso cotidiano? A continuación van solo algunos:

“Andar con el Jesús en la boca”: Andar sobresaltado, muy preocupado por algo que puede ocurrir. Recuerda a las mujeres que se persignaban y exclamaban ¡Jesús! ante cada sobresalto a modo de conjuro.

“¡A llorar a la Iglesia!”: Expresión con que se envía a alguien a quejarse a otro lado o con otra persona. Puesto que en la iglesia desahoga el hombre sus penas y busca consuelo.

“Cuando Dios andaba en el mundo”: Alude a épocas pasadas que han sido mejores o que se ven como tal. Como todos recordamos, antes del pecado de Adán y Eva, Dios andaba por el mundo, el Paraíso terrenal, y se paseaba entre sus árboles y frutos; era, sin duda, un tiempo idílico.

“Quedar para vestir santos”: Quedarse, una mujer, soltera, sin marido. Sin duda, esto alude a la realidad de otros siglos, donde la mujer tenía dos destinos: el matrimonio o el convento. Quien no entraba a monja ni conseguía esposo quedaba, entonces, para ayudar en las tareas de la Iglesia, entre ellas, la de vestir las imágenes de los santos que eran mayormente de madera y llevaban distintos vestidos y trajes según la ocasión y las festividades.

“Ser un echehomo”: Estar maltrecho, muy herido, lleno de moretones o cubierto de llagas. Esta expresión es de algunas décadas atrás y ha caído en desuso; sin embargo, es interesante saber que viene directamente del latín “ecce homo”, que traducido al español es “he aquí el hombre” en alusión a las palabras pronunciadas por el procurador Poncio Pilatos cuando presenta a Jesús, atado, flagelado y coronado de espinas, ante la multitud enardecida.

“Ser un pan de Dios”: Se dice de la persona muy buena, generosa y carente de malicia. Tan carente de malicia que estar con él es como alimentarse del mismísimo Dios.

Pero no todo es mero cristianismo… También hallamos esta frase que es del dominio de todos:

“Mostrar la hilacha”: Dejar alguien entrever, involuntariamente, algún aspecto negativo de su propia persona. Las mencionadas “hilachas” aluden a los flecos del “talit”, el manto tradicional de oración de los judíos quienes, tras su expulsión formal de España, debían ocultar su origen y esconder sus tradiciones pues corrían el riesgo de ser encarcelados y ejecutados. Algunos, sin embargo, olvidaban cubrir los flecos que, al sobresalir, delataban su origen considerado negativo o indeseable por los cristianos.

¿Se les ocurren más locuciones? Porque en la próxima entrega hablaremos de “la mano de Dios” que, siento decepcionarlos, no tiene su origen en el glorioso gol que Diego hizo a los ingleses.

martes, 12 de junio de 2012

El velo en el Islam


(Columna publicada en http://www.valoresreligiosos.com.ar/ en el mes de mayo)

¿Qué es el “velo”? Es la traducción de la palabra árabe hiyab -literalmente “cortina”-, aunque un hiyab no es exactamente un "velo" o un pañuelo, sino que define toda una forma de vestir. En concreto, el hiyab implica no sólo cubrir la cabeza, sino vestir "castamente" y, desde luego, con gracia y belleza.

Para hablar con mayor precisión: el hiyab es el pañuelo que cubre el cabello y el cuello, pero deja ver el rostro. En el Golfo pérsico tenemos la shayla, pañuelo largo y rectangular que se coloca como un velo alrededor de la cabeza. El chador, usado por la mujer iraní, cubre todo el cuerpo y suele completarse con un pañuelo que cubre la cabeza; suele ser negro, azul oscuro o verde oliva.

Existen otras prendas como el niqab –compuesto por una suerte de tocado y una túnica o abeya siempre negros- que cubre hasta la rodilla y solo dejan ver la franja de los ojos. La burka, de origen afgano, oculta el cuerpo por completo, incluidas las manos, y posee una rejilla de tela en los ojos que permite ver, pero no ser vista. Estas dos últimas prendas no se originan en el islam, sino en las tradiciones y costumbres tribales de ciertos pueblos.

Una mujer con velo comunica una forma de vida. De ahí que para un hombre pasa a ser sagrada y merecedora de todos los respetos. Cualquier atropello, maltrato o desatención por parte de los hombres constituye un haram, es decir, una falta grave, algo prohibido. Porque toda mujer con velo presupone un constructo de valores que van más allá del islam o de la ortodoxia.

El hiyab no es una institución humana; viene de Dios. Y no sólo implica cubrir la cabeza -cosa que puede hacerse con toda la gracia del mundo-; implica no usar ropa ajustada en público ni exhibir los brazos ni exhibir las piernas. Es lo más alejado que existe de la “mujer objeto” occidental. Es bueno también recordar dos cosas: que el islam insiste en la convicción interna y en la pureza del corazón antes de hablar de cubrirse externamente; que la orden de vestir con modestia alcanza a varones y mujeres por igual.

Muchos expertos aseguran que no existe en el sagrado Corán ninguna prescripción expresa acerca del uso del velo. La tradición cuenta que fue un sabio consejo de Alá – según la sura 33, aleya 59: "¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es mejor para que se las distinga [por ello] y no sean molestadas [...]".- ya que el profeta Muhammad (P y B) recibía en su casa la consulta de numerosos hombres, muchos de ellos safios y de educación escasa, que no tenían empacho en propasarse con las mujeres de la casa del Profeta. La castidad en el vestir –también presente en el judaísmo y el cristianismo- habría sido una manera de mantener a raya a estos individuos.

Acabemos con un mito: si bien siempre existe un número de mujeres obligadas por su familia o sus relaciones sociales a usar el velo, la gran mayoría de las mujeres veladas elige llevarlo libremente ya sea por motivos religiosos o como signo de identidad. En un mundo plagado de discriminación a causa de malformaciones físicas, en donde la bulimia, la anorexia y demás trastornos alimentarios han crecido al nivel de epidemia, donde una mujer se desnuda para vender un auto, ganar un concurso y, aun peor, donde alguien paga para que lo haga, ¿cuál es la mujer que necesita ser liberada?

jueves, 7 de junio de 2012

Diálogos ecuménico e interreligioso: para restablecer la semejanza jugando con las diferencias


(Columna publicada en http://www.valoresreligiosos.com.ar/ en el mes de abril)


Son muchas las personas que, con las mejores intenciones y un completo entusiasmo, comentan cosas como estas «¡Cuantos logros ecuménicos! Por suerte hoy judíos y cristianos están más cerca» o «Los anglicanos y los católicos se llevan muy bien gracias al diálogo interreligioso» o «Yo fui a una misa ecuménica y me sentí muy cómodo». La prensa, muchas veces, escribe frases similares, para reflejar una realidad que crece: la del diálogo interreligioso y el diálogo ecuménico.

Esta gente es bienintencionada y comprende que el camino del diálogo fraterno complace profundamente a Dios. Compartir vivencias con gente así es un remanso para el alma. Pero… ¡ecumenismo y diálogo interreligioso no son sinónimos! Y los adjetivos que de ahí se derivan, ecuménico e interreligioso no son equivalentes. Dado que nuestro país es uno de los que va a la cabeza en esta materia, aclaremos estas diferencias.

La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) en la Argentina, que trabaja en colaboración estrecha con la Academia Argentina de Letras, recuerda que ecuménico e interreligioso no son sinónimos, sino que ecuménico hace referencia al ecumenismo, que es el movimiento que busca la unidad entre los cristianos, mientras que interreligioso se aplica a las relaciones de los cristianos para con otras religiones en pos del bien común y la paz, por ejemplo, el judaísmo, el islam, el hinduismo, etcétera.

Respecto de la misa ecuménica, la fundación señala que no es posible celebrar una misa en común entre los cristianos porque, aunque las iglesias y comunidades eclesiales comparten el mismo bautismo, no comparten la eucaristía. Tampoco podría hablarse de misa interreligiosa ya que respecto de las demás religiones y cultos se tiene, incluso, una fe distinta. En dichos casos tendremos que buscar la expresión correcta según el contexto, por ejemplo, encuentro, oración o jornada ecuménica o interreligiosa según sea el caso.

¿Cómo reformularíamos entonces el primer párrafo? «¡Cuantos logros interreligiosos! Por suerte hoy judíos y cristianos están más cerca» o «Los anglicanos y los católicos se llevan muy bien gracias al diálogo ecuménico» o «Yo fui a un encuentro ecuménico y me sentí muy cómodo».

Por su fuerte sentido interreligioso, quisiera compartir con ustedes una cita, un fragmento extraído del testamento espiritual dejado por Christian de Chergé, uno de los mártires de Argelia, publicado póstumamente y escrito durante los años de miedo, tribulación y profunda fe por los que tuvieron que pasar este hombre y otros seis monjes como él: «Si Dios así lo quiere, podré sumergir mi mira¬da en la del Padre (…) cuyo gozo secreto siempre será establecer la comunión y resta¬blecer la semejanza, jugando con las diferencias».

Hacia la Pascua desde una perspectiva léxica


(Columna publicada en http://www.valoresreligiosos.com.ar/ en el mes de marzo)


En estos días tanto judíos como cristianos transitamos el camino hacia la Pascua. Algunos la llaman Pésaj, utilizando la palabra hebrea פֶּסַח que significa “salto” y que recuerda el salto o cruce del Mar Rojo y, por sobre todo, el paso del pueblo judío de la esclavitud a la libertad. Otros le dicen directamente Pascua, del latín pascae, que proviene, a su vez, del griego πάσχα (pasja), que se emparenta finalmente con el hebreo pésaj, y que alude al paso de la muerte a la resurrección; Cristo muere y resucita y abre las puertas a la vida eterna.

El lenguaje, gracias al cual se creó el mundo para muchos, no es ajeno a estas festividades, que son ricas espiritualmente, pero también desde una perspectiva léxica. Reflexionemos brevemente sobre dos voces relacionadas con las respectivas fiestas.

¿Qué es el afikomán? Es un trozo de pan ázimo (matzá) que se envuelve en una servilleta y se esconde en algún lugar de la casa antes de comenzar la cena de celebración de la Pascua. Hacia el final del banquete los niños, a modo de juego, buscan ese trozo de pan escondido y quien lo encuentra se hace acreedor de un premio o regalo. Es una buena estrategia para que los más pequeños se queden despiertos hasta el final. Y además… ¡el seder u “orden pascual” no puede concluir hasta que todos hayan comido un trozo del afikoman!

La voz proviene de los términos griegos epikomen, “postre”, o epikomion, “entretenimiento o diversión después de la cena”, coherentes con la ubicación de la búsqueda del afikomán hacia el final de la comida y con la alegría que conlleva para toda la familia.

¿Qué es el triduo pascual? Es el tiempo litúrgico que comienza el Jueves Santo, con la liturgia de la Cena del Señor, sigue el Viernes Santo con el ayuno, y concluye el Sábado Santo con la celebración de la Vigilia Pascual. Desde un punto de vista cronológico, es el período de tres días comprendido entre la tarde del Jueves Santo y la madrugada del Domingo de Pascua. Dentro de este triduo se celebran los tres grandes misterios de la redención: la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, corazón del año litúrgico.

El nombre triduo pascual es muy reciente ya que se remonta a los años 30 del siglo XX. Sin embargo, ya a finales del siglo IV, San Ambrosio se refería a un triduum sacrum –en latín, “tres días sagrados”- para aludir a las etapas históricas del misterio cristiano.